No tenemos un consumo responsable. No cuidamos el entorno que nos rodea. Vivimos un ritmo de consumo frenético.
En estos días de desfase y gasto descontrolado, en los que la vida parece viajar a ritmo de tarjeta de crédito y el afecto y cariño se miden en papel de regalo, es ahora cuando esta reflexión retumba con más fuerza. ¿Dónde reside nuestra felicidad? ¿Qué necesitamos para sentirnos bien?¿Hasta dónde vamos a llegar en esta carrera acelerada por tener y tener?
Cada día despertamos con la necesidad de comprar, y parece que ni el susto de la crisis ni la amenaza del cambio climático nos hace cambiar. ¿Qué tenemos que ver a través de nuestros ojos para que cambie nuestra mentalidad? Imágenes de niños agonizando, de bosques talados y animales sufriendo, de inmensas montañas de hielo a la deriva,.. nada de eso nos hace cambiar. Seguimos tirando balones fuera y echando la culpa a la sociedad de consumo. Pero, no nos damos cuenta que ¡Nosotros somos la sociedad de consumo!
Nosotros somos los que nos hemos subido al tren del hipotético “desarrollo y crecimiento”. Que me perdonen todos aquellos que viven y disfrutan de su vida en familia, amando y cuidando a su descendencia, pero… nosotros no queremos a nuestros hijos. No los queremos, porque si fuese así nos preocuparíamos un poco más del mundo de mierda que vamos a dejarles como herencia. Este es nuestro planeta, nuestro único hogar, y esto es lo que estamos haciendo con él.
Da igual lo que hagan los gobiernos, las multinacionales, los organismos internacionales,… Da igual porque, ¿Qué hacemos nosotros? ¿Estamos intentando cambiar algo?
Cada día realizamos miles de acciones que ejemplifican perfectamente la poca consciencia que derrochamos. Cuanto más tenemos, más queremos. Por poner varios ejemplos «tontorrones» pero que definen nuestra idiotez diaria: envasamos los envases ya envasado, paseamos por casa con chándal en verano y en calzoncillos en invierno, nos duchamos 35 veces cuando vamos a un hotel, y dejamos todas las luces y el aire encendido cuando salimos de la habitación porque total, es gratis. Lo único que nos frena en nuestro día a día es nuestra cartera, nuestro límite económico, que a veces incluso comprometemos por tener más y más. Y por todo ello no dejaremos a nuestros hijos un planeta en condiciones, como nos lo encontramos cuando llegamos a él. Y por todo ello no dejaremos un sitio con garantías para nuestros hijos, que sufrirán nuestras consecuencias.
"Cada día despertamos con la necesidad de comprar, y parece que ni el susto de la crisis ni la amenaza del cambio climático nos hace cambiar."
Cada año, por este mes de agosto, el planeta entra en fase de déficit. Y os preguntareis ¿qué significa eso? Pues algo muy sencillo: hemos consumido en 8 meses todos los recursos naturales de los que en principio contábamos para ese año. Y pese a que muchos países sumidos en la pobreza y el subdesarrollo se encuentran muy por debajo del gasto ecológico, las primeras potencias mundiales y países desarrollados revientan la media provocando el desequilibrio en la balanza medioambiental. Por poner un ejemplo, España ya entro en este déficit en el mes de abril, ahí es nada.
Significa todo esto que hemos consumido toda el agua que deberíamos haber gastado hasta final de año, que hemos talado más arboles de los que deberían haber crecido, que se ha derretido en el polo norte más hielo del que tocaba, que hemos consumido los peces, animales, plantas, minerales,… que disponíamos hasta diciembre y aún quedan 4 meses, que hemos acumulado más gases invernadero y contaminantes de los que la tierra podía absorber en todo el año, etc, etc…
Así pues, no solo vivimos por encima de nuestras posibilidades a nivel económico, si no que también lo hacemos a nivel ecológico. La diferencia es que aunque parezca insólito, la crisis ecológica es todavía mucho más grave y peligrosa que la económica. Nuestros países podrán seguir haciendo frente a la crisis a base de crear más deuda, esperando que los bancos internacionales generen más y más, y que otros países nos presten lo necesario. Pero… a nivel ambiental, ¿quién va a crear más? ¿qué planeta va a venir a prestarnos más recursos?. A diferencia del capital, los recursos no pueden inventarse de la nada como el papel moneda, y si se gasta no hay más. Cada vez comenzamos antes a gastar los beneficios que obtenemos de la tierra y a depender de los ahorros que tiene la tierra, y a este paso los ahorros cada vez serán menos. Y lo mas triste de todo es que no somos capaces tan siquiera de hacerlo por ellos, por nuestros hijos, para que puedan disfrutar la misma belleza y recursos que nosotros hemos disfrutado.
"Hemos consumido en 8 meses todos los recursos naturales de los que en principio contábamos para ese año."